jueves, 26 de enero de 2012

Eclipses


Eclipses
Al hilo de una interesante entrada, Ahora se ve, ahora no se ve, que publicó Posodo en sus Platos hace unos días, se me ocurre traer un par de historias más relacionadas con los eclipses que espero sean del gusto del lector. He aquí la primera, tomada del primer volumen de Historia de la Ciencia, por Francisco Vera:

Según Maimónides, Avempace fue el primero que vio la incompatibilidad entre las hipótesis astronómicas de Ptolomeo y los principios físicos de Aristóteles. Pues bien, se cuenta de Avempace, que, además de astrónomo, fue médico y matemático, una curiosa anécdota según la cual, la noche que velaba el cadáver de un amigo compuso dos estrofas invitando a la Luna a que se eclipsara en señal de duelo, y como, en efecto, hubo eclipse -lo que, naturalmente, sabía- causó el asombro de los concurrentes al velatorio:

Tu hermano gemelo
descansa en la tumba
y, ¿te atreves, estando ya muerto,
a salir luminosa y radiante
por los cielos azules, oh, Luna?
¿Por qué no te eclipsas? ¿Por qué no te ocultas,
y tu eclipse será como el luto
que diga a las gentes
el dolor que su muerte te causa,
tu tristeza, tu pena profunda?

Una segunda anécdota la descubrí el otro día con mis alumnos leyendo un texto de Augusto Monterroso, tomado de sus Cuentos, fábulas y lo demás es silencio:

El eclipse

Cuando Fray Bartolomé Arrazoa se sintió perdido aceptó que nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable  y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado con el pensamiento fijo en la España distante, en el convento de Los Abrojos, donde Carlos V condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo de su labor redentora.


Al despertar, se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible, que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomér le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.


Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.


Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo-, puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.


Dos horas después, el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre una piedra de los sacrificios (brillante bajo la luz opaca de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de su voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

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Nota: ¿no son también los mayas los que predijeron el fin del mundo para... 2012? Pues, ¡cuidadín!, que visto lo visto...  ;-)

lunes, 23 de enero de 2012

Exin Castillos

Exin Castillos

En 1951 se fundó Exclusivas Industriales, S.A., que con el tiempo se convertiría en Exin-Lines Brox, S.A. La empresa, que en un principio se dedicaba a la fabricación de juguetes, pequeños electrodomésticos y utensilios de plástico, fue derivando hasta especializarse en la creación de los primeros y dedicarse de lleno a la fabricación de éstos, abandonando sus otros productos.

En los años 60, comienza a comercializar los famosos Exin Castillos (serie azul y naranja) en sus llamativos envases hexagonales. La serie azul ofrecía cuatro modelos, mientras que la naranja proponía tres.


Exin Castillos, series Azul y Naranja

En 1977 se lanza al mercado la serie blanca o Gran Alcázar, más completa aún que la azul, que permitía infinidad de modelos, tantos cuantos pudiera crear la imaginación, y que incluía piezas como los portafuegos, las antorchas, escaleras...

Después, vendrían más modelos, más posibilidades, más horas de juego. Yo recuerdo muy bien el Exin Castillos de mi hermano, con el que jugamos y construimos sueños durante años después de que una memorable mañana de Reyes lo encontráramos junto a sus zapatos (antes..., antes de Reyes, digo, lo había disfrutado mi padre, que nos enviaba a la cama más pronto que de costumbre para, a escondidas -pues los Reyes, todo el mundo lo sabe, traen los juguetes en la noche del 5 al 6 de enero- poder sacar la caja hexagonal y jugar como un crío con el Exin Castillos que supuestamente estaba en camino desde las lejanas tierras de Oriente)

Las piezas de aquel juguete han sobrevivido y rondado por casa durante años y años. Ahora no sé dónde están. Quizá mi hermano recogió lo que quedaba de ellas y se lo llevó a su casa; quizá se fueron perdiendo y mi madre, un día, acabó por tirarlas. No lo sé, pero lo cierto es que me gustaría que aquel castillo existiera todavía. Lo recuerdo enorme y tan, tan divertido...

La pasada noche de Reyes, como la de hace tantos años, un regalo vino desde Oriente para mí. De modo que, la mañana del 6 de enero, al igual que la de aquel lejano año en que nos aguardaba un Exin Castillos junto a los zapatos de mi hermano, encontré, en esta ocasión junto a los míos, otro precioso Exin Castillos que me ha devuelto a mi infancia y con el que ahora, al compás de la evocación de un pasado feliz y la añoranza por aquellos buenos tiempos, puedo jugar a la Batalla de las Tinieblas...

 
 
 
Yo, claro, soy el Príncipe Valiente; Lady Silenciosa, el Caballero Negro. ¿Cómo podría ser de otro modo...? ;-)

PD: gracias a mi Rey Mago favorito, perseverante y obstinado hasta conseguir aquello que anhelo, y que siempre se empeña en hacerme una niña feliz.
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-Curiosa página sobre Exin Castillos.
-Y la Wiki-Exin, claro.

jueves, 19 de enero de 2012

Tintin y la censura II

Tintin y la censura II

Como ya avancé en su momento en la entrada Tintin y la censura I, aquélla sólo era la primera parte de un todo que se vería completado con la publicación de una segunda entrada al respecto. Entre unas cosas y otras, entretenida como he estado en asuntos varios, se ha hecho esperar la continuación y viene a ver la luz casi un mes y medio después de aquella primera. Pero, ¡albricias!, y espero que esto sea lo importante, viene al fin. Empecemos, pues:

A nadie (quiero decir, a ningún buen tintinólogo) se le oculta que el capitán Haddock es un poquito aficionado a las bebidas espirituosas. Su devoción por el alcohol es especialmente visual y harto frecuente, sobre todo en los primeros álbumes en los que este personaje aparece, y es fácil encontrarlo en postura apropiada para darse con embeleso a su pasatiempo favorito, esto es, empinando el codo sin ningún tipo de rubor o mesura. 

Poco parecía importarle a Hergé que aquello no fuera un modelo ejemplarizante y educativo para la juventud de la época, pues no encontraba reparo alguno el dibujante en presentar a su personaje tragando una botella entera en un par de sorbos:

El cangrejo de las pinzas de oro

Y, sin embargo, no sólo eran suyas las decisiones sobre cómo debía aparecer un álbum de Tintin a los ojos de los lectores, y veíase obligado, por ello, a realizar cambios, como éste exigido por los editores americanos, a los que el dibujante belga hubo de doblegarse:

El cangrejo de las pinzas de oro (versión post-censura)
Las imágenes son muy similares, tanto, que si uno no se detiene un instante y las observa con atención, podría pasar por encima de ellas sin darse cuenta de la diferencia, aunque lo que se ha borrado es evidente: en la segunda, no se niega (o esconde, si se prefiere) el alcoholismo del capitán, pero sí se evita la imagen de Haddock con los labios besando la botella y tragando el combustible que tanto necesita.

Con La estrella misteriosa, Hergé se va a adentrar en un mundo onírico con el que pretende alejarse todo cuanto le sea posible de la Bélgica ocupada del momento y de la censura estricta a la que estaba sometido. Aun así, el álbum, del que existen dos versiones, una de 1942 y otra de 1952, sufre algunos cambios de la primera a la segunda. Por ejemplo, en la de 1942, el malvado es un empresario judío estadounidense que se transforma en la versión de 1952 en un banquero del inventado país de Sao Rico. Visualmente, el cambio se observa con claridad meridiana en la bandera que preside la expedición de la primera versión (la de las barras y estrellas) por la inventada enseña del inventado Sao Rico en la segunda:

La estrella misteriosa

Más cambios, estos debidos a una mala interpretación de la realidad inglesa, se producen en La isla Negra. La principal originalidad de este álbum, leemos en "Tintin y el mundo de Hergé",  reside con seguridad en las muy numerosas transformaciones que esta aventura sufrió. Se trata de hecho del único álbum de toda la historia del cómic que tuvo tres versiones diferentes...

De las dos primeras (1937-1938, 1943) poco hay que decir. [...] No sucede lo mismo con la nueva versión, totalmente redibujada en 1965. El motivo de ello fue, sin embargo, totalmente circunstancial: el álbum no se había traducido jamás al inglés y el editor británico, antes de publicarlo, le planteó a Hergé los dos problemas que se le presentaban. El primero era el gran número de errores de detalle que contenía este volumen desde el punto de vista de la realidad inglesa; el segundo era que este antiguo álbum corría el riesgo de parecerles pasado de moda a los lectores que acababan de descubrir Objetivo: la Luna o El asunto Tornasol.

La versión original sufrió innumerables cambios, siempre en el sentido de ofrecer una mayor autenticidad y modernización. Los trajes se cambiaron según la moda, los vehículos se actualizaron, se modificaron los nombres de algunos lugares. Detalle tras detalle, el álbum se transformó profundamente

La isla Negra
Estas modernizaciones de todo orden que no atañen nunca al guión de origen, no dejan, sin embargo, de incidir en él: llevan en efecto a unos desfases imprevistos que modifican en gran medida nuestra visión del relato.

Es así como el episodio de las llaves extraviadas del garaje de los bomberos, acorde con los antiguos coches manuales de la antigua versión, queda incongruente en la edición redibujada: es como mínimo soprendente que un equipo de bomberos con un vehículo tal no haya pensado en mejorar el sistema de apertura del garaje.

Vosotros diréis que versión os gusta más.

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Por cierto que, si os interesa el mundo de Tintin, alguna otra curiosidad acerca de él y de lo que no es él podéis encontrar en el Ahora se ve, ahora no se ve de Posodo.

domingo, 15 de enero de 2012

Literatura Juvenil II: El códice Astaroth

 Literatura juvenil II: El códice Astaroth






Llega hoy la segunda entrega dedicada a la literatura juvenil, pero un tanto cambiada, sin embargo, pues en un principio estaba pensada de forma similar a la precedente, Literatura juvenil I, de manera que incluyera el comentario de varios títulos de novelas escritas para adolescentes. En esta ocasión, empero, voy a dedicar la entrada en exclusiva a El códice Astaroth, porque es lo mínimo que puedo hacer en agradecimiento al autor, Daniel Hernández Chambers, a quien he podido conocer (quiero decir, e-conocer), ya que tuvo el detalle de ponerse en contacto conmigo y se ha tomado la molestia de intercambiar varios correos, gracias a los cuales, además de poder charlar con él, me ha dado el permiso que le pedí para incluir en la entrada el vídeo promocional de la novela y su primer capítulo, que podéis leer pinchando sobre un enlace insertado a tal efecto que encontraréis un poquito más abajo. Todo lo cual además de agradecérselo enormemente, me da motivo para etiquetar la entrada dentro de Libros de amigos, en lugar de hacerlo en la etiqueta general de Libros.


El códice Astaroth
Daniel Hernández Chambers
Editorial Planeta

Laura y Gabriel se repelen pero se ven obligados a pasar todo el verano juntos, un mes que se les antoja largo y tedioso pero que resultará emocionante y muy peligroso, en un lugar plagado de leyendas...

Un libro perdido. Un barco a la deriva. Una antigua abadía en ruinas. Un hombre muerto. Un joven monje que se enfrentará a una terrible decisión. Pero ¿y si alguna de esas leyendas fuera cierta? ¿Y si una reliquia vikinga llevase siglos oculta en las cercanías del caserío donde se alojan los chicos? ¿Y si resultase más peligroso descubrirla que dejarla donde está?

Como primer punto a comentar encontramos el propio inicio de la novela, llamativo por demás: el autor se las ha ingeniado para comenzar su novela de manera extraordinariamente singular, consiguiendo con ello, en sólo el primer capítulo (que puedes leer aquí), el asombro y el pasmo del lector que, impresionado por un inicio tan insólito e inopinado, queda irremediablemente enganchado a ella.

El códice Astaroth se va desarrollando mediante la narración de dos historias, una situada en el siglo XIV; la otra, en la época actual, de tal manera que, aunque en un principio parecen recorrer caminos independientes, las tramas poco a poco irán imbricándose, una sobre la otra, hasta fundirse en una original intriga que alcanza un desenlace único en el que ambas épocas se encontrarán.

Daniel Hernández Chambers ha conseguido construir una interesante historia que gusta desde el principio, sobre todo la parte que se desarrolla en el siglo XIV. La otra, la de los jovenzuelos actuales que disfrutan de sus vacaciones veraniegas, tarda un poquito más en enganchar. Sin embargo, mediada la novela, también en esta parte el autor logra imprimir un ritmo  a la historia que aviva el interés del lector y su deseo por continuar la lectura. 

Es una novela que me ha gustado mucho y que, desde luego, mis alumnos leerán en la 3ª evaluación o en una de las del próximo curso. Hasta que no lo hayan hecho, no podré dar idea de si les ha gustado o no, pero me caben pocas dudas al respecto: creo que sí lo hará.

Enlaces que os pueden resultar interesantes:

-Guía de lectura para El códice Astaroth.
-Power point para conocer más novelas de Daniel Hernández Chambers.
-Página web del autor, de quien os puedo adelantar que vive en Alicante, aunque nació en Santa Cruz de Tenerife. No ha parado de publicar novelas desde que en 2006 quedó finalista del Premio Gran Angular, con La ciudad gris.

miércoles, 11 de enero de 2012

Un mar de dudas

Un mar de dudas

No voy a descubrir a ninguno de mis 3 ó 4 fieles lectores (pero qué manía me ha dado en parecerme al de Prada, de verdad) que me gusta escribir. Tampoco descubriré (esto me lo digo a mí misma) que lo puedo hacer relativamente bien... y rematadamente mal, todo depende del interés que ponga, lo cual es bueno porque tal hecho significa que el resultado final depende exclusivamente de mi esfuerzo y no de una afortunada visita de las Musas.

Por otra parte, y no sé si esto es nuevo para mis visitantes, lo mejor de mi escritura ve la luz tras unos días de remoloneo en torno al texto en los que parece que él (el texto) y yo nos tomamos la medida, jugamos a retarnos y finalmente entramos en combate del que (y no es por echarme flores) siempre salgo victoriosa. Entonces, tras esos días de batallitas, le tomo gusto de nuevo a la escritura y me sumerjo en ella con una especie de éxtasis difícil de contener. Es entonces cuando mi mente se vuelve loca por todas las ideas que da a luz a cada instante y que es incapaz no ya de alinear con lógica, sino ni siquiera de recordar. Comienzan entonces a abundar los papelitos por mi casa con anotaciones de todo tipo y extensión: unas sobre la mesa del estudio, otras junto al libro que estoy leyendo, las hay anotadas en la pizarra Veleda con imán que tengo en la puerta de la nevera para ir pergeñando la lista de la compra e incluso he llegado a anotarme ideas en mensajes sms que he guardado en la memoria del móvil. Tengo una amiga muy silenciosa que a menudo vuelca en nuestras charlas sus anhelos por una grabadora de pensamientos. ¡Ah, si tal invento existiera! Cuántos papelitos perdidos no serían ya llorados.

Pues bien, amigos, poco a poco (porque últimamente los momentos de éxtasis están siendo más bien escasos) voy construyendo mi primer volumen de historias detectivescas. Si le diera un empujoncito, lo tendría listo en unos meses (eso vengo diciéndome, precisamente, desde hace unos meses), pero la cosa no anda. ¿Y por qué? Entre otras razones porque, aparte de pasar el rato, no sé qué hacer con él, salvo dejarlo tranquilito en la carpeta del ordenador donde lo tengo guardado. 

Lo de publicar con una editorial es tarea imposible y en cualquier caso ni la voy a intentar. Bastante trabajo tengo ya en mi vida como para ir persiguiendo una quimera. Se me ha ocurrido a veces autopublicarme con Lulu o con Bubok, pero todo lo que me han dicho al respecto o que he leído aquí y allá son recomendaciones adversas, por variadas razones que no sabría exponer, empero. También me ha rondado la idea de autopublicarme un libro electrónico y, últimamente, me he enterado de que puede una subirlo a Amazon y supongo que ponerlo a la venta. Leí en el blog de Paco Gómez Escribano que hay quien ha visto las puertas del cielo abiertas con este método.

Sin embargo, ambas soluciones se me antojan ridículas, porque ¿quién va a comprar un libro totalmente desconocido que probablemente sólo aparecerá tras el último de los rincones de Bubok, Lulu o Amazon? Pero, por otra parte, ¿está más a gustito mi librín en la carpeta del ordenador que en ese rincón perdido? Y, además, en el fondo de mi corazón lo de publicar con Lulu o Bubok perseguía sólo tener el tomito entre mis manos y poder regalárselo a mi madre (lo cual no sería posible con un libro electrónico).

Y, así, ¿qué hago? Puf, supongo que seguiré atascada sin escribir, no porque tema enfrentarme al texto, que ya sabéis que me subo las mangas y le doy una buena tunda, sino porque no sabré qué hacer luego con él.

sábado, 7 de enero de 2012

Primeras lecturas

Primeras lecturas

El año ha comenzado intenso en lo que a lecturas se refiere.  Varias son las que ya han caído, o están a punto de hacerlo, todas ellas de índole diferente, pero en cualquier caso sumamente placenteras. 

La primera que terminé fue El códice Astaroth, de Daniel Hernández Chambers, que ya asomó la nariz por estas páginas en la entrada Literatura Juvenil I, aunque tan sólo fuera para ser anunciada como lectura próxima. Su resumen y comentario se reservan, pues, para una futura entrada sobre literatura para jóvenes que ya está en preparación. No obstante, no me resisto a avanzar que me ha gustado bastante y me ha sorprendido también, además de hacerme pasar... un poco de miedo.





La segunda que ha caído entre mis fauces, satisfechas con ella por el buen regusto que ha dejado, es un nuevo título de Julio Verne: Los hijos del capitán Grant. Recordaba esta novela como lectura de mi más tierna juventud, aunque creo que la leí en versión reducida. No voy a decir que me haya entusiasmado, como lo hicieron otras del autor francés, pero sí entra dentro de la categoría de me ha gustado bastante, incluidas las prolijas explicaciones que sobre las diferentes regiones visitadas por los protagonistas se dan, así como acerca de exploradores y científicos que las recorrieron.




La tercera lectura, aún no terminada pero de muy, muy próxima finalización (tan próxima que mañana pasará a la pila de libros ya leídos) es un título de Frank G. Slaughter, El infierno de las sombras: La acción de esta novela se desarrolla en una clínica mental. Los enfermos, criaturas sin personalidad, no pueden rebelarse contra los tratamientos a que son sometidos, con o sin razón. Por un lado, médicos inconscientes que sólo sueñan en satisfacer sus apetitos; por otro, doctores responsables que no ignoran la faceta humana y científica de su profesión. Jim Corwin es el médico abnegado que lucha por convertir en hombres a verdaderos deshechos humanos. Inflexible ante la ternura como ante el deber, Jim se impondrá los más duros sacrificios para que la mujer a la que ama encuentre, al fin, la felicidad

He de confesar que, cuando cogí esta novela para empezar a leerla, torcí el gesto un poquito. No está mi ánimo para  sumergirlo en las abisales profundidades de la locura. Sin embargo, qué bien que no me eché atrás y la empecé: me está encantando. Tanto, que me va a dar bastante pena que se acabe. Y tanto, que me anotaré este autor como uno con el que hay que repetir (¿Tendrá mi proveedor algún título suyo que pueda prestarme, ahora que el libuk está al caer?). Bonita historia de amor y terrible historia la de aquellos a quienes sólo mueve el dinero.


Y en cuanto a las lecturas recién comenzadas (hoy mismo), son dos:

Por una parte tenemos El misterio del cuarto amarillo, de Gastón Leroux. Novela policíaca que aborda el tema favorito del género: el asesinato cometido en un recinto cerrado, del cual parece imposible que pueda haber huido el agresor. Pero en el transcurso de la novela, nuevos y más indescifrables misterios se agregan al que ha dado origen a la investigación e implican, como presuntos ejecutores o cómplices del crimen, a buena parte de los protagonistas de la obra. Descartados poco a poco los inocentes, la sorprendente identidad del asesino sólo nos es revelada al final, en unas páginas memorables, por el jovencísimo periodista e investigador Rouletabille, cuyas portentosas dotes de observación y deducción convierten al personaje en uno de los detectives literarios más brillantes y a esta novela en un clásico indiscutido del género

De momento no he leído más que el estudio preliminar que acompaña al texto y el primer capítulo, así que ya hablaremos de esta novela en otra ocasión.



Por otra parte, está la lectura suave y ñoña que corresponde a un ánimo blandito como el que sufro estos días: El sueño de Jeremy, de Carole Matthews: Un cuento dulce y conmovedor sobre el amor verdadero, la auténtica amistad y la vida real. Ten a mano un paquete de kleenex, según Heat; y Una buena dosis de carcajadas y sorpresas, según el Chicago Sun-Times.

Supongo que de esta novela no hablaré en próximas entradas, pero pienso comenzarla hoy mismo a la luz de la nueva lámpara que alumbra mi dormitorio y, quizá..., si tarda el sueño en venir, le dé un buen mordisco esta noche.

miércoles, 4 de enero de 2012

Fin y principio de año

Fin y principio de año

Tanto el final de 2011 como el inicio de 2012 han estado entretenidos por actividades varias de lo más interesantes. En lo que respecta al 2011, lo acabé el pasado sábado visitando una preciosa exposición sobre Leonardo da Vinci en la Sala Arte Canal de Isabel II: Da Vinci, el genio, que recomiendo sin ningún tipo de dudas. En ella, además del breve (demasiado breve) documental en 3D (alucinante), podréis encontrar la exposición en sí misma que es tan curiosa que podrías pasarte allí horas observando, estudiando, escudriñando y alucinando con los extraños artefactos que ideó la increíble mente de Leonardo. Magnífica, magnífica (aunque he de reconocer que Leonardo da Vinci ocupa un huequito muy especial en mi rincón de admirados). Me encantó. No os la perdáis si tenéis oportunidad de visitarla.

En cuanto al 2012, lo comencé con una bonita excursión a Torrelaguna (bonito pueblo de la geografía madrileña, además de rebosante de historia) donde pude visitar a fondo (con explicaciones incluidas, gracias, Alawen, eres una joya, maja) la iglesia de Santa María Magdalena, una preciosidad de la que sólo conocía su exterior y que se abrió, de la mano de una arquera encantadora, para MGae y para mí, que pudimos disfrutar de todos sus secretos a nuestras anchas en una auténtica visita privada.

Allí, en la iglesia, aguardaba, además, el esperado belén de Alawen (que tenía tantas ganas de conocer). He aquí algunas fotos que le hacen flaco favor, porque no muestran lo muy bonito que es (claro que, a cambio, querida Alawen, al menos son silenciosas y nos ahorran el toc, toc, toc... del petardo del carpintero, jajaja):










Hubo tiempo también para dar un breve paseo por el pueblo y echar un vistazo a algunas de sus bondades arquitectónicas...

Puente romano
Y, por supuesto, para reponer fuerzas...


Además, claro, de no perder momento para charlar (incluso la señorita Silenciosa -por cierto, Lady Mudita, yo tenía razón y el acrónimo I.N.T.A. significa Instituto Nacional de Técnica Aerospacial-  tuvo su oportunidad para abrir la boca y hablar), reír y pasarlo en grande. 

Gracias, arquera, muchas, muchas gracias por un día tan majo (y por los regalitos de Sus Majestades) ;-). Qué bien me lo pasé, cuánto desconecté del mundanal ruido y cómo me gustó todo, todo, todo lo que vi, lo que oí (e incluso lo que hablé).

Belén 2013

Belén 2011