domingo, 31 de enero de 2010

Los astronautas de Yavé

Los astronautas de Yavé (J. J. Benítez)

La primera vez que tuve un libro de este autor entre mis manos me entusiasmó. Se trataba, naturalmente, de Caballo de Troya, una novela de espionaje, aventuras y ciencia ficción que me causó fervorosa admiración y que, lo confieso, provocó abundante llanto en la parte en la que explica con minucioso detalle las reacciones que tiene el cuerpo humano cuando se ve sometido a un sufrimiento tan colosal como hubo de soportar Jesucristo. Luego, con el paso del tiempo, otros títulos suyos, tales como El misterio de la Virgen de Guadalupe, o La rebelión de Lucifer fueron dilatando el acervo de mis lecturas, aunque corrieron, en lo que respecta a mi gusto, bastante peor suerte que el primero.

En el año 2000, una colección que reunía las obras de este autor fue anunciada en televisión. La primera, naturalmente, era Caballo de Troya, que yo había leído de la biblioteca de mi madre pero que no tenía en la mía propia, de modo que la adquirí. La segunda entrega constaba de dos libros: La punta del iceberg y éste del que hoy hablamos aquí, Los astronautas de Yavé, que se vendían como oferta y con los que también me hice. Supongo que ambos han contemplado con desesperación cómo, a lo largo de los años, iban pasando por mis manos otros títulos adquiridos con posterioridad y que, sin embargo, los adelantaban en la fila. Por fin, hace algunas semanas, tomé el del título sugerente que da vida a este comentario y lo leí.

En resumen, y para no alargar el articulito, Los astronautas de Yavé viene a proponer la estrafalaria idea de que fueron unos extraterrestres los que, merced a una tecnología asombrosamente avanzada, se ocuparon de hacerle a Yavé los servicios que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento narran en sus páginas.

El libro daría para mucha mofa, si tuviera ánimo, tiempo y ganas de hacer escarnio, pero puesto que tal día como hoy se eleva mi alma al infinito y me inunda la bondad, señalaré, simplemente, que el autor debe ser admirado, al menos, por la desbordante imaginación de que hace gala. No acierto a imaginar qué tipo de pasmosas hipótesis me aguardan en La punta del iceberg, pero seguramente logrará esta doble J. dar nuevos bríos al estupor.

viernes, 29 de enero de 2010

La Ratonera

La Ratonera (Agatha Christie)

Ayer por la noche fui al teatro para ver esta obra, basada en la novela de Agatha Christie Tres ratones ciegos (si es que no estoy equivocada) y que en Londres lleva en cartel más de medio siglo.


El teatro es el Reina Victoria y entre los actores hay algunos nacidos de series de televisión que, al parecer, han estado muy en boga en la pequeña pantalla, aunque confieso mi absoluta ignorancia al respecto. Por ejemplo, entre los protagonistas se encuentra una tal Ana Castro (parece ser que muy conocida gracias a una serie cuyo título ya me espanta: Sin tetas no hay paraíso) y un tal Leandro Rivera (que trabajó en Estados alterados, también desconocida para mí). Comparten cartel con ellos otros actores y actrices jóvenes y también algunos de edad madura. No sé si será, precisamente, la edad -y por tanto las tablas- pero la diferencia en la calidad de la interpretación que ofrecen unos y otros es notable. La de los tres actores de edad supera enormemente a la de los jóvenes, sobre todo en la parte postrera de la obra, cuando el director, Víctor Conde, decide ofrecer al espectador un melodramático final que no imagino ideado por Agatha Christie y menos aún con los niveles de histrionismo a los que le lleva la interpretación de los actores jóvenes.


Me gustó mucho la puesta en escena: las entradas y salidas del escenario son numerosas, bien distribuidas y dan un juego sin el que probablemente sería imposible construir y mantener el misterio. La iluminación es otro elemento a destacar: ¡es magnífica! De hecho, la escena inicial que comienza con una iluminación de aquellas partes del escenario donde están situados los personajes, que aparecen y desaparecen de nuestra vista en sólo un instante merced a una iluminación casi espectral, es casi espeluznante. Todo ello, además, acompañado de buen sonido y buena música. Contenta, pues, con la experiencia.

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Fe de erratas: gracias a Bookworm, que me ha hecho caer en la cuenta, puedo corregir el error que cometí en el texto sobre La Ratonera: donde dice Ana Castro debe decir María Castro. Perdón por el error.

miércoles, 27 de enero de 2010

Absurdos mecánicos

Absurdos mecánicos

¡Bum! El golpe resonó atemorizador.
–Esta vez no me vas a tomar el pelo –un nuevo trancazo sonó seco.
El hombre se detuvo, tomó aire y volvió a la carga. Uno, dos, tres…, los porrazos se sucedieron sin tregua y la respiración del brutal golpeador se agitó por el esfuerzo.
–¡Vamos! –exclamó entre jadeos–. Vamos, maldita sea, suéltalo ya.
Apoyó una mano sobre la pared y alzó la cabeza mientras se esforzaba por llevar aire hasta sus pulmones.
–O tú, o yo –se oyó que decía–. Esta vez no hay más opción. Dio unos pasos atrás y tomó impulso. Con una breve carrera se abalanzó con el hombro por delante y propinó el golpe definitivo. El hombre cayó derribado por el peso enorme que se le vino encima. Antes de morir aún pudo escuchar el fruto de sus anhelos.
–Su tabaco, gracias.

lunes, 25 de enero de 2010

Lunes cíclicos

Lunes cíclicos

Una de mis hermanas es doctora arquitecto. Su tesis (que leyó en unas condiciones de salud tan precarias que le supusieron un esfuerzo casi heroico -inflada hasta los topes de yodo, o no sé qué otro elemento de la tabla periódica, a causa de un cáncer contra el que luchaba y al que venció-) tiene por título Requerimientos espaciales de las instalaciones de acondicionamiento de aire en un edificio de oficinas, y la perorata sobre la que habla se extiende a lo largo de 917 páginas (tamaño DIN-A4), cuyo abstract, por cierto, fui la encargada de traducir, razón por la cual suelo argumentarle que la tesis, en realidad, la escribimos entre las dos. Son catorce palabras para un título que asusta. Sólo con echarle un vistazo piensa una que el contenido debe de ser auténticamente infumable.

Traigo todo esto hasta aquí porque, tras largas reflexiones, he llegado a la conclusión de que las tesis cuyos contenidos van más por lo científico que por lo humanístico suelen ornarse con títulos interminables. Pude comprobarlo una tarde que, acompañando a una amiga por la Facultad de Matemáticas a la que había acudido también por cuestión de su doctorado, me entretuve en repasar los títulos de las tesis cuyas lecturas se anunciaban como próximas. Eran... largos en exceso, según mi parecer. Mucho más que el que decidió mi hermana para la suya. Y viene todo esto a mi mente hoy porque en mitad de uno de los libros que entretienen mi tiempo de ocio estos días he encontrado una referencia al siguiente título: El analista o discurso dirigido a un matemático infiel. En donde se examina si el objeto, los principios y las inferencias del análisis moderno son más claramente concebidos o más evidentemente deducidos que los misterios religiosos y los puntos de la fe. "Aparta primero la luz de tu propio ojo y entonces verás con claridad para apartar la mota del ojo de tu hermano". ¿Qué tal? ¿Tengo o no tengo razón? ¿Son o no son los hombres y mujeres de ciencia unos auténticos petardos? (Perdón Mac por lo que te toca. Por cierto, ya que estoy: me comprometo a traducir el abstract de la tuya. Así ya serán dos las tesis en mi haber).

En tiempos yo también estuve tentada de realizar estudios de doctorado. Tenía incluso el tema: la mitología clásica en las obras de Shakespeare, aunque también me llamaba la atención un estudio profundo de El paraíso perdido -explicado en tercero de carrera por la mejor profesora de literatura que haya existido jamás, doña Mª Antonia Rodríguez Gago, y que tan gran impacto me causó que aún lo recuerdo-. Fuera uno o fuera el otro, ambos se presentaban interesantes, ¿verdad? Sin embargo, nunca me decidí. Eso sí, seguro que el título de mi tesis no hubiera excedido de 6 ó 7 palabras. No obstante..., he de admitir que en cuanto al contenido... quizá los de letras extienden su perorata mucho más allá de lo admisible para la paciencia del lector. Véase, si no, el alcance de este artículo cuyo título, concentrado en dos simples palabras, da paso ya a tres párrafos en los cuales... ni siquiera he principiado a bosquejar el contenido.

Y es que (paso ya al cuarto) estoy leyendo un libro de título La historia definitiva del infinito que me ha dado mucho que pensar. Aprendo en él que los estoicos tenían una concepción finita pero cíclica del tiempo, según la cual los acontecimientos se repiten una y otra vez -de ahí quizá la sensación de déjà vu que a veces nos sorprende hasta el punto de dejarnos estupefactos-. Frente a ella, la concepción judeocristiana nos presenta una línea recta que se extiende hacia el pasado y hacia el futuro. Yo, educada en esta concepción, no puedo dejar de asumirla como necesaria -aparte de que no me veo escribiendo infinitas veces este artículo ni al lector sufriendo su lectura por toda la eternidad- y, sin embargo, (y para ir acabando, no sea que el lector, arrancados ya todos los pelos de su, sin duda, hermosa cabellera, decida pegar fuego al blog) no dejo de pensar que esa idea cíclica en la que todo se repite que defendían los estoicos no deja de tener su punto de verdad. Al fin y al cabo... hoy es lunes otra vez.

sábado, 23 de enero de 2010

Némesis

Némesis (Isaac Asimov)

Novela curiosa de Isaac Asimov en la que la Tierra, que por estar saturada de población se ha ido extendiendo en colonias espaciales desperdigadas alrededor del planeta, habrá de enfrentar un futuro cataclísmico que le espera al cabo de cinco mil años: una estrella enana roja escondida tras una nube de gas y polvo a 2 años luz de la Tierra se dirige hacia el sistema solar y destruirá la vida que lo habita.

Una de las colonias, Rotor, que ha desarrollado la hiperasistencia que le permitirá trasladarse por el espacio a velocidades cercanas a la de la luz, descubre la enana roja, a la que llamará Némesis, escondida hasta entonces tras una nube de polvo galáctico y decide abandonar el sistema solar y emprender una aventura en solitario que la aleje de la Tierra.

Una vez allí, y en órbita alrededor de Erythro, el satélite de un planeta llamado Megas que gira en torno a Némesis, Rotor emprenden una vida oculta al conocimiento de la Tierra que, sin embargo, una vez detectada la falta de la colonia y emprendida la investigación pertinente, se percatará tanto de la presencia de Némesis como del aciago destino que la aguarda al cabo de cinco mil años. Esa decadente Tierra, que lleva siglos de vida anárquica e infértil, emprende una carrera científica que le hará descubrir el viaje superluminal con el que llegará hasta Némesis, donde ha de encontrarse con Rotor y… con otras sorpresas que allí la aguardan, entre otras el destino final de ese viaje infernal que trae a Némesis hasta nuestro planeta.

jueves, 21 de enero de 2010

Frases de amor

Frases de amor

Verdaderamente, este mundo internáutico reserva múltiples sorpresas. Yo he vivido algunas de naturaleza variopinta, la última ha llegado a mi buzón de correo hace unos días. ¿Cómo? No lo sé. Supongo que echando mano de la dirección de correo que luce el blog ahí arriba, a la derecha. Ahora bien, que suponga el cómo no la hace menos sorprendente. Abro el mensaje y leo...

Frases de amor... ¡Ay! (suspiro) -doy un respingo en la silla y me agarro al borde del asiento-. ¡Jesús!, ¿qué es esto? ¿Una proposición (des)honesta? Hummm... ¿Qué cree el lector? ¿Que sí? ¿Que no? ¿Acaso se trate de un admirador secreto? ¿Quizá un náufrago internáutico llegado a mis costas sabe Dios cómo? ¿Tal vez un lector de este Finis Terrae que, subyugado por mis encantos literarios a los que no se puede sobreponer, cae rendido finalmente a mis pies, tras feroz lucha consigo mismo?

Pues no. Se trata de una proposición, sí, pero de intercambio de enlaces. Visito la página cuya dirección me proponen intercambiar con la mía y me distraigo un rato leyendo las frases amorosas con que me recibe. Algunas son curiosas; otras..., pelín empalagosas. Investigo los "Enlaces amigos" de esa página y me sorprende la impresión de que de repente me encuentro en un bazar o en unos chinos de todo a cien: "Arma tu display", "Diseño web", "Balnearios de España", "Rehabilitación y reformas de casas en Galicia", "Desguaces", "Menudos peques"... ¿Qué pinta -me pregunto- mi pobre Finis Terrae entre los "Desguaces" y los "Balnearios de España"?

Vuelvo al correo y le echo otro vistazo: Estimado/a Sr./Sra. Nos gustaría..., bla, bla, bla... , a cambio me inserta usted en http://loslibrosdescid.blogspot.com..., bla, bla, bla... Esperamos tener una relación comercial satisfactoria con ustedes. Atentamente...

Vale, vale... no había amor al fin en el mensaje, pero... ¿relación comercial? ¡Oh, Dios mío! (nuevo respingo) ¿Se hallará aquí el fin de mis desvelos? ¿Habrá traído el nuevo año por fin un cambio real que me libre de los menudos peques (los de verdad, no los internáuticos) y me permita abandonar la docencia por siempre, jamás de los jamases, and ever y ever?

La mano que, incapaz de controlar la sacudida temblorosa causada por la honda emoción que embarga el alma entera, apenas si puede moverse sobre el teclado logra, al cabo de ímprovos esfuerzos, llegar hasta el blog, abrir una nueva entrada y compartir con los lectores esta propuesta nunca imaginada y, sin embargo, traída hasta mí por el Destino... Y entonces...

Y, entonces, amigos, después de tanta perogrullada que os he hecho masticar, ¿alguno me aclara de qué va esto? ;-)

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PD: En el interín (quiero decir, en los días transcurridos desde que recibí el correo hasta que he escrito la entrada), decidí aceptar la "relación comercial" que se me proponía y coloqué un enclace a las "Frases de amor" (sobre todo porque... amor, amor... en este blog no ha de faltar), pero veo que ellos no han cumplido con su parte del contrato, puesto que no han enlazado hacia Finis Terrae... ¡Ay, Amor, siempre tan esquivo! Si es que, al final, ya sea por el amor veleidoso, esclavo de sus caprichos, o por "tratos comerciales" no cumplidos, me toca asumir el papel de despechada. ¡Y qué áspero es el condenado, maldita sea!

martes, 19 de enero de 2010

La España cóncava

La España cóncava

En la privamera de 1943, un indefenso avión comercial despegó del aeródromo de Luton, a 56 kilómetros de Londres. Los motores del aparato impulsaron la aeronave sin problemas, que ascendió hacia un cielo despejado, iluminado por un sol radiante y en el que no parecía notarse que una terrible guerra asolaba aquella tierra sobre la que derramaba sus rayos. Ningún caza de escolta acompañaba al solitario avión que acababa de despegar. Ello, tal vez, contribuía a su propia seguridad, pues nadie, vista la soledad en que viajaba el lento aeroplano, podría haber imaginado que a bordo se encontraba el mismísimo Winston Churchill.

Poco después de traspasado el Canal de la Mancha, el piloto comunicó a los pasajeros la necesidad de abrocharse el cinturón de seguridad, pues el aterrizaje en tierras belgas era inminente. No hubo necesidad de esperar mucho, tras una leve sacudida, el aparato tomó tierra sin problemas. En la escalerilla, rindiendo los honores debidos al Premier británico, la Wehrmacht presentó armas a Churchill.
-A sus órdenes, señor -saludó un coronel-. El Führer le espera.
-No comprendo tanta prisa para perder de nuevo -bromeó Churchill.
-El Führer confía en que un campo de golf belga le traerá suerte esta vez. Por cierto, señor...
-¿Sí? -Churchill se detuvo y miró al coronel.
-¿Puedo permitirme aconsejarle que no mencione el birdie que logró en Holanda?
-¿Aún le pica? -preguntó el británico mientras esbozaba una sarcástica sonrisa que el coronel ignoró-. No lo mencionaré, soy un gentleman -bromeó de nuevo Churchill-, pero, si quiere ponerse a salvo de la ira del Führer, desaparezca en cuanto pueda, coronel, porque hoy pienso lograr un albatros. Pero, vamos, también yo tengo prisa. Clementine me espera para el té.

¿Se sorprende, amigo lector, de lo que le cuento en los párrafos anteriores? Pero, ¿por qué? No comprendo su estupor. ¿Es que no es posible que Churchill y Hitler quedaran para jugar unos hoyos? ¿Y por qué no, oiga? ¿Qué le resulta tan raro? De veras que no entiendo esos aspavientos con que pretende hacerme llegar su indignación. No me diga que lo de ahí arriba ofende su inteligencia. ¿Acaso no está curado en salud? ¿Que no? ¡Cómo que no! Venga, venga..., menos lobos, Caperucita, si cosas como esa se ven todos los días en las noticias españolas. ¡Eh, oiga, que se lo digo en serio! ¿Que no? ¿Pero en qué España vive usted? Vea, vea...

-La policía llama por teléfono al delincuente para comunicarle la fecha y hora en que procederá a perseguirlo y atraparlo, a fin -es obvia la intención- de que pueda escapar (caso Faisán).

-Una universidad andaluza reconoce el derecho de los estudiantes a copiar en los exámenes. Aun siendo sorprendidos con una chuleta, podrán continuar realizando la prueba tras lo cual, si la nota conseguida no es de su agrado, podrán someter la puntuación obtenida a una revisión que habrá de realizar una comisión integrada por profesores y ¡alumnos!

-La SGAE cobra a una barbería catalana por tener sintonizada una radio musical mientras el barbero afeita a los clientes.

¿Y ahora qué me dice? ¿Le siguen pareciendo tan descabelladas esas partidas de golf? Ah, claro..., ya sé lo que me va usted a argumentar: que allá se trata de Inglaterra y Alemania, y aquí de la España de charanga y pandereta. Sí..., en eso tiene usted razón. Esto es España. La España grotesca de Max Estrella. Esperpéntica, al más puro estilo valle-inclanesco. Vivimos en la deforme imagen de una España reflejada en una cuchara. Una España cóncava. ¡Qué triste España!, ¿no?




domingo, 17 de enero de 2010

Viento del Este, Viento del Oeste

Viento del Este, Viento del Oeste (Pearl S. Buck)

En Viento del Este, Viento del Oeste, Pearl S. Buck provoca una colisión brutal entre la cultura occidental y la oriental, como si se tratase de dos fuertes corrientes de viento opuestas que se encuentran sin remedio y provocan un autentico vendaval. En la novela, el ojo del huracán se sitúa dentro de la familia de Kewi-lan, que sufrirá la terrible sacudida de este choque imponente a través de las relaciones matrimoniales de los dos vástagos: el hijo único, en el que está puesta la supervivencia de las costumbres ancestrales, y Kwei-lan, la hija de quien, a causa de su sexo, no se espera nada.

La novela está narrada en primera persona precisamente por el personaje "prescindible", Kwei-lan, quien acepta el matrimonio que se concertó para ella cuando era sólo una niña mientras la otra parte… parece dudar:
Recuerdo un episodio que ocurrió antes de mi casamiento. […] Por las indiscreciones de la servidumbre supe que mi prometido quería romper. Objetaba que yo no estaba instruida y llevaba los pies comprimidos entre vendas. […] Sin embargo, no es cierto que yo sea tan inculta. Al contrario, me han instruido cuidadosamente en todas las cuestiones que conciernen al cuidado de la casa y de mi propia persona. En cuanto a mis pies, no acierto a comprender que pueda preferir los pies enormes de una vulgar campesina.

Este enlace, pues, supone el primer choque: su marido, un joven chino educado de acuerdo con las reglas de Occidente que ha estudiado medicina y practica la ciencia occidental, representará en un principio una barrera ininteligible e infranqueable para la selecta educación china en la que Kwei-lan ha sido instruida desde que nació y con la que se la ha preparado para ser la compañera fiel y secundaria de su marido quien, hecho a los modos occidentales, le espeta nada más conocerla:
No es posible que tú sientas atracción por mí, a quien ves por primera vez, como yo a ti. ¿Acaso no te han obligado, como a mí, a contraer este matrimonio? […] En lo que me concierne, yo tengo ideas modernas y te considero como igual a mí. Nunca te impondré mi voluntad. El impacto para Kwei-lan es brutal: Al principio me quedé asombrada. No lo comprendía. ¿Yo su igual? ¿Por qué? ¿Acaso no era su mujer? Si él no me decía lo que había de hacer, ¿quién me lo diría? […] Ella, a quien no se ha mostrado otra idea del matrimonio que la sumisión, no acierta a comprender que las cosas sean distintas: Yo pregunto, hermana, cómo, con semejante pasado, me podía adaptar a un hombre del carácter de mi marido.

Obligada a aceptar el estilo de vida occidental que su marido impone, Kwei-lan se verá sumergida en la incomprensión más absoluta acerca de todo lo que la rodea y abandonada por un amor que su marido parece no querer darle. El tiempo y la convivencia, sin embargo, irán abriendo los ojos de esta mujer inteligente que, sin asumir al cien por cien los postulados occidentales, acabará por ceder a las bondades que esta civilización ofrece, y lo hará mediante la renuncia a una tradición casi sagrada cuando le pide a su marido que quite las vendas a sus pies.

Mientras tanto, el hermano de Kwei-lan, educado a la occidental por propia iniciativa, ha decidido no asumir las costumbres ancestrales que quiere imponerle su familia y se niega a aceptar el matrimonio con una joven china, que también habían dispuesto para él desde su infancia, y casarse, sin embargo, con una mujer americana que, por supuesto, no será aceptada en la familia a pesar de contar con la diplomática ayuda de Kwei-lan y su marido. Esta decisión conducirá a esas costumbres milenarias hacia el ocaso. A cambio, un nuevo vientecillo, mezcla de dos tempestades que han luchado hasta casi la extenuación, se agita en el vientre de la mujer americana.

En
Viento del Este, Viento del Oeste, Pearl S. Buck muestra lo mejor y lo peor de ambos mundos. En ella, el lector encontrará bellas palabras de amor de las que beber en busca de inspiración: Durante las horas que paso a solas, ocupada en bordar, pienso en muchas cosas bellas y delicadas que le diría. Por ejemplo, lo mucho que le quiero. No, tenlo en cuenta, con las expresiones groseras copiadas del Oeste, sino con expresiones veladas, como éstas: Mi señor, ¿has visto el amanecer esta mañana? Se hubiera dicho que la tierra saltaba al encuentro del sol. Al principio, todo era oscuridad; luego surgió la luz como una nota musical. Mi señor, yo soy tu pobre tierra, que espera. Tal vez así inspirado, pueda ese lector traer nuevos vientos a su vida y sorprender a su enamorada en esta tierra nuestra de “expresiones groseras”.

Preciosa novela, pues, con una prosa deliciosa y un final predecible, pero no por ello menos placentero.

viernes, 15 de enero de 2010

Stand by me

Stand by me

Flavia, primera seguidora de este blog y asidua lectora (aunque muda, como se puede ver en los comentarios, en los que nunca dice ni mu) ;-), me envía este curioso vídeo preguntándose si no merece un huequito en el blog.

Y, sí, sí que lo merece. Me ha gustado bastante y me ha parecido muy, muy curioso. Lástima que estos músicos estén muriéndose de asco en la calle mientras que los de la "marca", sí, esos reyes del pollo frito, se están forrando por dar cuatro gritos mal dados en un escenario previamente subvencionado con los impuestos del sufrido contribuyente.

Os dejo, pues, el vídeo para el fin de semana. Espero que lo disfrutéis.



Dejo el enlace directo a YouTube para aquellos que accedan desde un lector de noticias que no soporte la visiualización de vídeos: Stand by me

miércoles, 13 de enero de 2010

Puré de lentejas

Puré de lentejas

Acabo de oír dar las 8 en el reloj de las clarisas. Removía en la cazuela, cuando empezaron a sonar, unas lentejas que estoy preparando para mañana y, sin haber empezado a contar las campanadas, me pregunté si serían las 7 o las 8. Tan oscuras son las tardes de este invierno que no sabe una en qué hora vive. Quise ilusionarme pensando que aún eran las 7, pero eché un vistazo al móvil y éste me desengañó: eran las 8. "¡Caray! -pensé-, ya son tres horas y media las que hace que estoy aquí. Qué rápido pasa el tiempo cuando una lo ocupa en entretenidos menesteres y qué largo se hace, empero, el empleado en el castigo que Adán y Eva echaron sobre nuestras frentes, sudorosas desde entonces, si una quiere ganarse el pan con honradez".

He entretenido la tarde en acabar la novela de Gironella Ha estallado la paz y, sin apenas tiempo de cerrar el libro al morir la última de sus frases, ya estaba abriendo el siguiente: La amigdalitis de Tarzán. Los ojos repasaban las dedicatorias que Bryce Echenique dirige a diversas personas en su novela mientras, con la mano que me quedaba libre, continuaba el movimiento autómatico de la muñeca que revolucionaba sin piedad las lentejas, las cuales, por cierto, no necesitan tanta agitación, tal y como le ocurre al martini de 007. El título de la novela recién empezada fue el que trajo, sin duda, algunas extrañas asociaciones a la mente y, con ellas, se presentaron en mi memoria reminiscencias de las horas pasadas. Así fue que, de manera subconsciente, me sorprendí carraspeando antes de decidirme a entonar unas notas por ver si mi voz había ya comenzado a sufrir el desgaste al que las clases la someten. No es así, a Dios gracias. Todavía, no.

La voz es mi instrumento de trabajo. ¿Qué haría si la perdiera? Después de probar el guiso, golpeo la cazuela con la cuchara de palo y me quedo pensativa. Eso, ¿qué harías si la perdieras...? Y, sin embargo, la preocupación que con mayor intensidad asoma a mi espíritu últimamente es la del oído... Primero, por el altísimo volumen en que se desenvuelve mi labor (¿por qué grita tanto la gente?) y, luego, por lo que han de escuchar cada día las desdichadas orejas. ¡Cuánta vulgaridad! Un nuevo pensamiento acude raudo a mi mente y, tras el mucho aparato y vocerío -una vez más- con que en ella entra, sacudo la cabeza enérgicamente: ¡No, Dios mío -exclamo-. No lo permitas. No dejes que me contagie!". Y con una adaptación sui géneris y muy personal, obviamente, recito mi propia letanía: "De toda zafiedad e ignorancia. Líbranos, Señor".

"¡Ánimo! -me digo-, que de todo hay en la viña del Señor y también se encuentran zonas soleadas entre tanta umbría". No me percato entonces, pero el cerebro, loco sin duda por las esperanza cierta que encierra mi pensamiento, gira demente la muñeca y, con ella, la cuchara dentro de la cazuela. Sin necesidad de mirar al pasado lejano, encuentro que esta mañana descubrí una de esas zonas luminosas en el blog de la Editorial C & M, cuya visita me permito sugerir al lector de Finis Terrae. Se llevará una grata sorpresa al descubrir los secretos que guarda esa Librería Shakespeare and Company de la que nos habla. Pero no es la única luminiscencia del día: la tarde me trae, a través del correo electrónico, las líneas que un buen lector le escribe a un autor de su agrado y la respuesta que éste le remite.: un auténtico placer para los sentidos literarios de todo aquel que se goza con la buena escritura.

"Sí -me sonrío-, definitivamente hay rincones soleados y gentes de charla inteligente y amena que traen luz a tu vida". Siento que algo, no obstante, altera mi alegría: una leve molestia se extiende desde mi muñeca por el antebrazo. Sorprendida por el dolorcillo, bajo la vista y la clavo en la cazuela. "¿Qué hago -me pregunto sorprendida- removiendo el guiso?". Asomo la nariz por encima de la olla... y encuentro que ya no hay guiso... ¡Qué se le va a hacer! Mañana se comerá en esta casa... puré de lentejas.



lunes, 11 de enero de 2010

Síííííííííí

Síííííííííí

Algunas veces los sueños se hacen realidad: NO HAY CLASE.

La cosa no ha sucedido exactamente como ayer le contestaba a Bate en su comentario a la entrada Ciencia Viva, pero al fin el resultado es el mismo: suspensión las clases. De modo que aquí estoy, de vuelta a casa, disfrutando tranquilamente de un día más de vacaciones que sabe mejor por ser totalmente inesperado.

Saludos, amigos :-)

Tedio, te odio

Tedio, te odio

Me pongo ante el ordenador el viernes, 8 de enero de 2010, a teclear un texto (a saber qué saldrá) que tengo intención de publicar el próximo lunes. Me curo en salud, porque no sé qué tal andará el ánimo para ese día, y pido disculpas de antemano si aburro a los lectores con mis tedios.

Tengo guardado un ejemplar de La Razón, del sábado, 2 de enero de 2010, en el que leí una carta de un tal Luis Salamanca, de Córdoba, de la que me permito copiar unos párrafos:

Esta semana, de nuevo, la mayoría de profesores han rechazado la propuesta de 7.000 euros de incentivo económico para que acepten un plan que haga disminuir el fracaso escolar. Dicho en otro sentido, con dicho dinero la Junta presiona al profesorado para que aumente de forma notable el número de aprobados. La iniciativa supone una ofensa a profesores y alumnos. ¿Acaso es ésta la solución al problema educativo? Las cifras de la OCDE y del informe PISA son elocuentes. Entre el 2002 y el 2007 el abandono escolar en la Unión Europea había pasado del 17,1 al 14,8 por ciento, mientras que en España para el mismo periodo las cifras de abandono aumentarosn del 29,9 al 31 por ciento. Por lo que respecta al número de repetidores, la media de los países de la OCDE se ha mantenido en el 3 por ciento, mientras que en España estamos por encima del 16. [...].

Siete mil euritos del ala, al parecer, les ofrecen a los profesores de Andalucía como "incentivo" (¡toma ya!) para que aprobemos (nótese que no utilizo "aprueben" -me refiero a ellos, claro, a los alumnos-) más. El problema de la educación es que han convertido los colegios en empresas, de ahí los incentivos, como si se tratara de ver quién enlata más sardinas a la hora:
-Cien, cien..., yo he hecho cien latas.
-¡Para ése el incentivo!
Y como ahora funcionamos como empresas, el cliente, que es el alumno, siempre ha de llevar la razón y por ello se le debe dar todo hecho, hasta el título. Por eso, por ejemplo, en la semana de exámenes, allí los únicos que curran son los profesores. Yo suelo levantar la cabeza de mi mesa (de la que no quito ojo, agobiada con correcciones, medias, notas, observaciones...) y siempre veo, entre un barullo descomunal que me destroza los tímpanos, a los alumnos de charla, pasando el rato. Me pregunto yo qué más querrán que hagamos... a cambio de esos 7.000 eurazos, si la cuestión es que el que tiene que examinarse no pega palo al agua. Releo las cifras que expone este señor en su carta y suspiro. No me queda otra... A ver..., o eso o el suicidio. Es obvio: prefiero suspirar.

Echo un vistazo a la página anterior del periódico y encuentro un artículo firmado por Gloria Lomana cuyo elocuente título da que pensar: País de chonis. Después de unos cuántos párrafos hirientes, que de ser yo Belén Esteban llevaría clavados en el alma hasta el final de mis días, allá en el remoto convento de clarisas donde no dudaría en ingresar -ya que, por mucho que se le pida, la tierra no se traga a nadie-, después de esos párrafos, digo, nos sorprende la periodista con este dato: Ahora, con un sólo gatillazo, ha conseguido ser la segunda búsqueda que más crece en Google, sólo superada por la muerte del jugador Chirs Henry. Google dice que los términos más buscado son "belén esteban nariz", seguido de "nueva belén esteban". ¿Qué decir?

Eso pregunto yo: ¿qué decir? Unos días antes de vacaciones, mis alumnos me pidieron permiso para hacer una búsqueda en el ordenador del aula. Se lo di, pero como es el ordenador del profesor, sólo yo lo puedo tocar, de modo que les pedí los datos para introducirlos. ¿Averigua el lector lo que me pidieron que buscara en Google? Sí, sí... -lo he puesto fácil, ¿eh?-, la búsqueda que querían era: "la nariz de Belén Esteban".

¡Ay, Dios mío!, siete mil euritos para luchar... contra la nariz de Belén Esteban. Auguro el porvenir (abro gabinete a lo Rappel, de modo que todos aquellos que deseen conocer su futuro pueden consultarme): todo, absolutamente todo, seguirá igual. Se abre otro trimetre, idéntico al anterior y similar al que luego vendrá. ¡Qué tedioso! Te odio, tedio maldito.

Pero..., en fin, prometo recomponerme y no daros mucho la vara al respecto :-)

sábado, 9 de enero de 2010

Ciencia viva

Ciencia viva (Jesús Mosterín)

Me gusta mucho este tipo de libros, razón por la cual mi pequeña biblioteca alberga una cuantiosa suma de títulos parecidos. Muchos de ellos, leídos hace ya tiempo, no han pasado por estas páginas y probablemente no lo harán, salvo que algún día me dé el gusto de hacer una relectura. Éste ha llegado hasta aquí porque todavía permanecía en el estante de los libros pendientes, como lo harán otros sometidos aún a la paciencia -de raíces amargas, pero de frutos sabrosos- con que han de observar cómo me acerco a la estantería… para tomar cualquier otro título que no es ninguno de ellos.

El subtítulo del libro señala que contiene una serie de “Reflexiones sobre la aventura intelectual de nuestro tiempo”, y en verdad lo es, entre otras cosas porque trata asuntos de muy diversa índole que atrapan la atención del lector interesado en esta materia. En líneas generales me ha gustado y me ha enseñado. No obstante, no comulgo con las ideas del autor en ciertos puntos, de naturaleza espiritual, que trata desde una perspectiva si no atea al menos agnóstica que repele mi natural necesidad de creerme algo más que un simple conjunto de átomos, por muy bien enlazados que éstos se encuentren.

jueves, 7 de enero de 2010

Libros..., los Reyes de mi casa

Libros..., los Reyes de mi casa


Recuerdo que cuando era pequeña, el primer día de clase, después de las vacaciones de Navidad, los niños solían llevar al colegio los juguetes que les habían traído los Reyes Magos. Yo nunca lo hice. No sé dar razón de ello: simplemente, nunca lo hice. Hoy, sin embargo, voy a romper esa norma y traer al blog parte de los regalitos con que me han premiado Sus Majestades este año. Me refiero, naturalmente, y puesto que Finis Terrae nació siendo Los libros de S. Cid, a las lecturas con las que abro el lote del año 2010.

De las esperadas, porque habían sido debidamente encargadas por mí en la carta a los Reyes Magos, están dos: Ha estallado la paz (a la cual ya hice mención hace pocos días en un articulito en el que traje a colación la novela Los cipreses creen en Dios) y Las paradojas de Mr. Pond, de Chesterton, un librito del que supe a través del blog de Posodo y que me había llamado la atención. Respecto a este último, por cierto, no puedo dejar de contar que el Rey encargado de traérmelo se las ha visto y deseado para encontrarlo. En todas partes, al parecer, estaba descatalogado. Sólo después de mucho inquirir pudo, a través de Internet, saber de una extraña librería (que yo no conocía pero que me he prometido visitar en cuanto pueda) que gusta de esconderse a la mirada rutinaria. Según me han contado, se encuentra situada en la calle Goya, en un piso que no está a pie de calle y con un extraño horario de apertura al público. Por cierto que, con el librito entre las manos y con ganas de empezarlo (aunque ha de esperar aún algún tiempo, que primero en la lista están otros), me sentí doblemente feliz: una felicidad se debía a la que cualquier libro me proporciona y otra, a la grata sensación de poseer algo que... no es fácil de tener ;-). Así pues, a mi Rey laborioso, que tanto ha trabajado para encontrármelo, me parece que le va a caer cada Navidad un nuevo encargo de difícil ejecución. Me voy a apuntar, creo yo, a encapricharme cada año de un librito curioso que me dé esa doble felicidad... Gracias, Rey Mago Especial..., que siempre te molestas tanto por mí y me cuidas tan bien ;-)

Esperado también -puesto que el Rey encargado de traérmelo fui, en esta ocasión, yo misma- era un libro, de nuevo de Chesterton, de título Los relatos del padre Brown, que recoge todas las historias de este atípico detective. La edición que ahora reposa junto a mí "recoge los cinco libros publicados por Chesterton, e incluye algunos relatos del padre Brown rescatados en fecha reciente y nunca antes publicados en español". Hay uno en concreto, según he podido leer en la "Nota a esta edición", titulado La máscara de Midas que fue escrito por Chesterton cuando la muerte ya le mordía los talones, pero que no se descubrió hasta el año 1991. "El texto (que se halló en forma de fotocopia) había sido mecanografiado por Dorothy Collins, en tiempos secretaria de Chesterton, e incluía numerosas correcciones de puño y letra y varias notas del propio escritor. En el encabezamiento, Collins escribió las indicaciones 'Nueva serie, nº 2' y 'No publicar'."

De entre los no esperados, están tres títulos: uno, continuación de Los pilares de la tierra, es Un mundo sin fin. Los otros dos constituyen los dos primeros volúmenes de los ¿5..., 6..., 7...? -me han dicho esta mañana el número, pero ahora no lo recuerdo- que conforman la historia de la antigua Roma escritos por Colleen McCullough (sí, la autora de El pájaro canta antes de morir, conocida aquí la novela gracias a la famosa serie titulada como El pájaro espino). El primer hombre de Roma y La corona de hierba son los títulos de estos dos primeros volúmenes.

Y, por fin, y para acabar, el libro absolutamente inesperado porque era en realidad el regalo que yo hacía a una de mis hermanas es el de título El caballero del templo, de José Luis Corral (de quien ya está en mi biblioteca y leí hace tiempo -lo recomiendo, por cierto, porque es buenísimo- El Cid). Ha resultado que mi hermana ya lo tenía. "No importa -le dije- tengo el ticket. Puedo cambiarlo por otro". Sin embargo..., no he encontrado el ticket. Así que no he tenido otro remedio... que quedármelo para mí ;-)

martes, 5 de enero de 2010

Sin remordimientos

Sin remordimientos

En la entrada Ya vienen los Reyes... publicada en el blog de la Editorial C & M, encontré ayer una foto de cuyo contenido ya me había hablado una de mis hermanas, pero con el que no me había topado hasta ese momento a pesar de lo muy adornados que se muestran balcones y ventanas estos días, los cuales probablemente han venido pavoneándose ante mis ojos todo este tiempo desde las alturas sin conseguir, no obstante, que advierta sus llamadas de atención al no tener en cuenta que me muevo por el mundo como si sólo mi pensamiento existiera y que es difícil sustraerme del despiste permanente con el que voy por la vida, pues existe en mí -ya no dudo de ello- el espíritu absorto de algún loco meditabundo que dio por reencarnarse en mi cuerpo nada más llegar éste a la vida.

Me hizo gracia el motivo de la foto en cuestión, la verdad, y me dije que, para lo que queremos, los españoles nos gastamos un humor sano e ingenioso con el que capeamos muchas veces obstáculos y problemas. Creo yo que, en general, tenemos dispuesto el ánimo para la broma y que somos un pueblo jovial al que no le importa reírse de su propia sombra, de modo que con la risa criticamos incluso aquello que nos disgusta. En ocasiones -me da el gusto de creer-, desenvaina el español un genio agudo con el que vitupera o censura. Y así, va pasando la vida entre convulsiones inmoderadas de los músculos faciales, tentado a tomar a chacota la vida entera, si con tales risotadas la sobrelleva mejor, de manera que la pérdida que la espada no supo amparar, la ofensa que la mente no acertó a replicar y la pena que el alma no pudo remediar, con la sonrisa todo ello lo enmascara.

He aquí, que va siendo hora de mostrar la fotito de marras, un ejemplo que lo ilustra:


Y..., en fin..., amigos: Feliz día de Reyes a todos.

viernes, 1 de enero de 2010

Algo habrá que decir...

Algo habrá que decir el primer día..., ¿no? Así que, y aunque suene típico, opto por un ¡Feliz Año Nuevo! Sobre todo porque llevo un día perruno en el que creo que no doy más de sí.

No culpe el lector a posibles restos de vapores etílicos, producto de una noche loca, los que causan mi pereza, ¡qué va! Si no hicieron sino acabar las campanadas de Sol y, después de unas cuantas charlas telefónicas, me fui a dormir. Se trata tan sólo de una especie de vagancia intelectual con la que he empezado el año la causante de que vea el blog una entrada tan ñoña como ésta.

Y el caso es que el día comenzó activo. Amanecí pronto y desayuné en una chocolatería Valor que hay frente a casa. Luego, junto con dos de mis hermanas, di un breve paseo por el Retiro. La mañana, que pintaba gris y asomaba gélida, nos echó pronto de allí. Entre los árboles apenas empezaba a levantar la bruma que más que española parecía británica y eso trajo a mi memoria las historias del Atrápame. Me dije que bueno era aquel día, o sea éste, para continuarlas, pero la pereza -mencionada ahí arriba- no me ha permitido mayor esfuerzo que el de la lectura. ¡Qué fácil es leer... y cuánto esfuerzo cuesta a veces arrancarse a escribir unas letras!

En fin, amigos, acabo como empecé: os deseo a todos un feliz año, que yo me vuelvo con mi pereza a las páginas de la novela :-)

Belén 2013

Belén 2011