jueves, 31 de diciembre de 2009

Feliz noche a todos

Feliz noche a todos

Si todo va bien, dentro de un rato estaré montándome en el coche para volver a Madrid y pasar la última noche del año con mi familia. Ésta es, pues, la última entrada del año y hace el número 150 (me empeñé en que el blog cerrara el 2009 con un número redondo de entradas y al final, aunque un poco apurada, lo he conseguido).
La razón principal de estas letras es desearos una feliz noche, por supuesto, pero como todo el mundo hace su anuario cada vez que se cierra un año, he pensado que bien podría hacerlo yo también, recordando mi favorita de entre estas 150. No me he parado mucho a pensarlo, la verdad, de modo que así, de sopetón, me quedo precisamente con una que nada tiene que ver conmigo -quiero decir que no es producto de mi imaginación-, pero que me gustó mucho: Una preciosidad.

Espero que todos tengáis una feliz noche y, por supuesto, os deseo un feliz y próspero (aunque con ZP va a ser difícil) año nuevo.

Saludos.

S. Cid

martes, 29 de diciembre de 2009

Millennium 3

La reina en el palacio de las corrientes de aire (Stieg Larsson)

Después de varios meses de espera, finalmente una amiga me prestó la tercera parte de esta trilogía del sueco Larsson a quien, como ya señalé, no tenía el placer de conocer.

Si ya en la segunda parte, la trama se deslizaba sin ningún tipo de rubor hacia la ciencia ficción, en esta tercera, donde se produce el desenlace, casi que rozamos las naves espaciales de La Guerra de las Galaxias: Lisbeth Salander es operada, se le extrae la bala del cerebro y vive para contarlo… con total control de sus facultades mentales. Puesto que mis conocimientos médicos no van más allá de la colocación de una tirita en un dedo, es obvio que no puedo opinar al respecto; pero parece un tanto inverosímil que tal pueda ocurrir. No me extiendo en ello, sin embargo, bastante hablé del disparate con que acaba la segunda de las novelas.

La novelita está entretenida, me refiero a su trama, naturalmente, y es perfecta para esos momentos en que la mente está tan cansada que a lo más que llega es a poner el piloto automático y dejarse llevar por lo fácil. He leído muchas críticas, algunas muy duras, hacia la obra de Larsson. Estoy de acuerdo en que no escribe alta literatura, pero sí es capaz de hilar fino en las tramas de sus novelas y entretener durante un rato, al final del día, justo antes de ir a dormir, a una mente harta de pensar.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Millennium 2

Millennium 2: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Stieg Larsson)

Si el primer título de Millennium constaba de 8 palabras, el del segundo lo supera con creces, ya que está integrado por 12. Pero no es este el único ejemplo de este segundo tomo en el que Larsson se supera a sí mismo… No, ¡qué va! Su imaginación en esta segunda parte vuela hasta cotas inimaginables… Primero un tiro en la cadera, luego otro en el omoplato y después un tercero en el cráneo. Lisbeth Salander es enterrada con estos tres tiros en su cuerpo bajo una capa de tierra que…, sin embargo, no parece ser suficiente para que el personaje muera… Y no sólo eso, con esos tres tiritos en su cuerpecillo, será capaz de salir de la tumba, recorrer un buen trecho hasta alcanzar la granja donde están los malos malísimos, matar al mafioso, ex espía ruso, y ahuyentar al gigante rubio. ¡Caray, esto es ficción y lo demás es tontería!

El segundo título de la trilogía deja bastante que desear con respecto al primero, tanto en lo que se refiere al fondo de la investigación que ocupa esta novela como a la forma. Larsson encontró un filón en Millennium y supo aprovecharlo bien, supongo que imaginando la mansa, y por supuesto parca, exigencia de sus lectores, a los que no parece importar que el escritor introduzca un cuento chino en mitad de la trama de prostitución, tan suecamente ambientada, que mueve la novela.

No quiero ser ácidamente crítica con este autor ni con su trabajo. Millennium no es una obra maestra de la literatura, pero sí una novela que entretiene y adecuada para sobrellevar el calor intolerable de las siestas veraniegas que con Proust, por decir algo, sería insufrible. Sin embargo, no se puede timar al lector de la forma en que lo hace Larsson. Por favor…, no somos estúpidos. ¿O sí?

domingo, 27 de diciembre de 2009

Millennium 1

Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (Stieg Larsson)

Bueno…, ya leí la primera parte de esta trilogía. Todo el mundo hablaba de ella y yo no podía sino confesar mi ignorancia. Ahora…, ¿qué decir? Lo primero que se me ocurre es que la portada no puede ser más desagradable probablemente porque es imposible. Es fea como un demonio, la pobre. Aunque…, quizá para el gusto estético de los suecos sea el no va más y llame la atención… casi tanto como los ex-tre-ma-da-men-te lar-guí-si-mos títulos de esta trilogía.


En cuanto al libro en sí…, la historia abre de una manera llamativa: el prólogo invita a continuar leyendo. ¿Qué misterio encierra el envío anual de una flor enmarcada a un pobre viejo de ochenta años que perdió a su sobrina hace cuarenta y tantos? Después, una apertura sugerente: el resultado de un juicio. Y, a continuación, cincuenta o sesenta páginas un poco infumables, aunque necesarias para el desarrollo posterior de la novela.


Puntos a favor de Larsson: es capaz de hilvanar varias tramas interesantes que acaban componiendo una estructura bien construida, o al menos con sentido. También me parece un acierto la creación del universo Vanger (¡vaya ganado!) y, sobre todo, el del personaje de Lisbeth Salander. Es una tía rara de narices, pero el autor consigue hacer atractivo al personaje. En cuanto al protagonista, Mikael Blomkvist, cae bien, aunque en ocasiones no logra hacerse verosímil, y no me refiero a hechos como la relación sexual que mantiene con Erika Berger con la anuencia del marido de ésta (gente rara o con este tipo de tragaderas las hay en todas partes, incluso en Suecia), sino a otro tipo de detalles…


¿Conclusión de mi análisis? La novela es entretenida y pretende albergar un trasfondo moral mediante la inclusión de cifras sobre el maltrato a la mujer en Suecia así como el planteamiento de una ética periodística encarnada en la revista Millennium.

sábado, 26 de diciembre de 2009

En un suspiro vuelvo

En un suspiro vuelvo

Me voy de nuevo unos días, amigos, en busca de paz (espero que el bumba-bumba-bumbabá) sea más clemente conmigo en esta ocasión y, si no, ya me buscaré el remedio.

Como en otras ocasiones, dejo programadas algunas entradas para que se vayan publicando estos días de ausencia.

Mientras tanto, que paséis unos buenos días y, si salís, cuidado con las carreteras.

Saludos.

S. Cid

viernes, 25 de diciembre de 2009

¡Feliz Navidad!


¡Feliz Navidad!



Y paz a los hombres de buena voluntad.

Bueno, y a los que no la tienen... también, anda. ;-)

jueves, 24 de diciembre de 2009

Y llegó la Nochebuena

Finis Terrae, albergado por lo que en un principio fue simplemente Los libros de S. Cid, no podía felicitar la Nochebuena a los lectores de otra manera que no fuera sobre todo literaria. He aquí, pues, de la mano de Dickens y de Walt Disney, mi felicitación:












Feliz Nochebuena a todos.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Planet 51

Planet 51

Anoche fui a ver esta película con dos amigas y tuve dos sorpresas. Una: tan sólo estuvimos 3 personas en la sala. Jamás, jamás de los jamases me había ocurrido eso: una sesión sólo para nosotras. Y dos: efectivamente, en España a veces se hace buen cine.

Se trata de una película muy, muy bonita y llena, repleta, rebosante de guiños a cuál más simpático o curioso. El último de ellos..., cuando de hecho crees que la película se ha acabado, es quizá el mejor. Claro que este ímpetu amoroso por la película que despliego se ve justificado porque se desarrolla en los años 50, que es la época que más me gusta del siglo XX.

Si debe haber subvenciones para el cine español, sin duda es este tipo de películas el que debe llevarse la mayor parte y no los bodrios infumables, groseros y absurdos de esos cuatro cejistas que viven del peloteo político.

Buenísima película, insisto. Hay que ir a verla.

lunes, 21 de diciembre de 2009

La muerte viene a cenar

La muerte viene a cenar

–Tal vez, si se lo propongo, aceptará otra cita conmigo que no se deba a esta invitación obligada por su inestimable ayuda, miss West.
Sonreí. El inspector Carter estaba cumpliendo su promesa y ello explicaba que por primera vez hubiera pisado las elegantes alfombras del Hotel Cartlon, en cuyo selecto restaurante estaba cenando con aquel sabueso tan guapo.
–Tal vez –sonreí de nuevo–, tal vez… –contesté mientras volvía a mi memoria la llamada con la que principió todo.

La noche que telefoneé a casa de Thomas Allerton para asegurarme de que había recibido los documentos que le habíamos enviado, no podía imaginar que mi llamada ocasionaría el descubrimiento de un crimen. Mientras aguardaba a que el mayordomo lo confirmara, escuché los gritos de pánico que llegaron a través del aparato, justo antes de que la voz del criado me apremiara a dejar la línea libre, pues había de comunicar urgentemente con la policía. Después de aquello, no supe nada más hasta que el inspector Carter se presentó en mi oficina a la mañana siguiente: Thomas Allerton, el célebre escritor de novela negra, había sido asesinado la noche anterior en su residencia.

El crimen me incumbía como directora de la Agencia de Mecanógrafas Templeton, ya que Allerton había sido envenenado a través de la piel por un potente veneno esparcido en las hojas del documento que le habíamos enviado. Así pues, importaba despejar toda duda sobre nuestra implicación en el crimen. Sin embargo, el principal interés de la policía se centró en la declaración de George Curtis, nuestro botones y portador del paquete, puesto que, de acuerdo con la secuencia de los hechos que los agentes habían logrado establecer, los acontecimientos ocurridos desde el momento de la entrega nos eximían de toda culpabilidad.

Según la narración de George, a las siete llamó a la puerta de Allerton, quien debía de estar aguardándolo, pues salió de inmediato a abrirle sin esperar a que lo hiciera el mayordomo. Al parecer de George, Thomas Allerton se mostró sumamente complacido con el paquete, ya que no sólo le tranquilizó por el desgraciado incidente del que Curtis fue responsable al tirar las lentes, rompiéndolas sin remedio, que Allerton tenía en las manos cuando le hizo entrega del paquete, sino que le gratificó con una propina de considerable cuantía.

Una vez que entregados los documentos en mano, el escritor se encerró en la biblioteca con ellos. A las ocho, el mayordomo llamó para la cena y Allerton se reunió con su esposa en el hall. Ambos se dirigieron al aseo situado bajo la escalera donde el escritor se lavó las manos antes de cenar mientras su esposa permanecía en la puerta, hablándole sobre un lienzo del célebre pintor Stanley Paddock que había visto en la galería Shackerfield y deseaba adquirir para el salón. Todo ello fue corroborado por el mayordomo y la doncella, únicos sirvientes presentes en la casa aquella noche, que pudieron escucharlo y observarlo desde el comedor, donde aguardaban a los señores.

Una vez servida la cena, los cuatro permanecieron en el comedor hasta que, finalizada ésta, Allerton volvió a la biblioteca para continuar con su trabajo. Fue entonces cuando entró en contacto con el veneno, que lo mató de inmediato, al tiempo que se producía mi llamada , ocasionando con ella que el mayordomo descubriera el cadáver de Allerton, cuyo rostro, según la declaración del sirviente, mostraba señales evidentes de sufrimiento: el gesto crispado, los labios contraídos por el dolor, y los globos oculares queriendo atravesar las gafas mostraban bien a las claras los terribles estragos del veneno.

El hecho de que Allerton tuviera las gafas puestas no sorprendió tanto a la policía, pues el difunto contaba con otro par que sustituyó a las que Curtis había roto, como la presencia de unas bolitas de cera halladas junto a las hojas envenenadas y los restos carbonizados de lo que sin duda había sido un pliego de papel, de los cuales sólo se pudo descifrar el membrete del despacho de abogados que trabajaba para Allerton. Estas insólitas piezas del puzzle enredaban aun más un caso que parecía irresoluble, ya que el fulminante efecto del veneno hacía imposible que éste se hubiera esparcido por el documento antes de la cena, y las comprobaciones realizadas por la policía demostraron que, a lo largo de ésta y aun después, nadie que no fuera Thomas Allerton había tenido acceso al documento. Sin embargo…, yo lo vi todo con claridad. Sin dudarlo, llamé a Carter y concerté una entrevista con él.
–Inspector, ¿sabe usted dónde estaban las gafas de repuesto que Allerton llevaba puestas?
–En la mesita de noche de su dormitorio. ¿Por qué?
–Me pregunto cómo llegaron hasta la biblioteca…
–Las fue a buscar él mismo cuando se rompieron las otras.
–¿Y dejó el documento sin custodia?
–Sí, pero eso ocurrió antes de la cena y el veneno, por su efecto fulminante, sólo pudo ser esparcido sobre las hojas después.
–O no… –sugerí.
–Pero entonces Allerton habría muerto antes de cenar –arguyó Carter.
–¿Saben ya de dónde procedían las bolitas de cera?
–Sin duda de una vela con la que quemó el pliego de papel cuyas cenizas encontramos.
–Inspector…, ¿ha pensado que tal vez la grasa de la cera con la que Allerton moldeó las bolitas protegió sus dedos del veneno y que sólo después de que se lavara las manos pudo éste llegar hasta sus yemas?

Lo demás fue fácil para Carter, experimentado sabueso. Mistress Allerton confesó: lo había asesinado porque su marido quería divorciarse de ella y, según las cláusulas del acuerdo matrimonial que firmaron antes de casarse, de producirse el divorcio ella no obtendría ni un penique.

Carter llamó mi atención, huida del restaurante desde hacía tiempo:
–¿No quiere postre?
–Inspector… –dije por toda respuesta–, ¿saben ya qué decía el documento que quemó Allerton antes de morir?
–Sin duda se sorprenderá, miss West: Allerton destruyó la solicitud de divorcio que sus abogados le habían enviado. Al parecer…, había decidido no divorciarse.

sábado, 19 de diciembre de 2009

De cómo Adán (probablemente) fue quien comió del árbol prohibido

De cómo Adán (probablemente) fue quien comió del árbol prohibido

Me ocupa el tiempo estos días la lectura de una estupenda novela de Claude Cueni, El druida del César, que está trayendo a mi mente, además de sumo placer, alguna que otra reflexión.

En ella se cuenta cómo César, agobiado por las deudas que ha dejado en Roma, busca en la Galia un pretexto con el que ir a la guerra, única solución que, entre otros, incluido el propio César, encuentra el tribuno senatorial Labieno: Creo que sólo una guerra puede salvarnos. Ahora bien, para hacer la guerra hay que tener un motivo y César lo encuentra sin dificultad: los celtas helvecios, huyendo de las tribus germanas que los amenazan, deciden trasladarse a la tierra de los santonos, en la costa atlántica, pero para ello han de cruzar la provincia romana de la Galia Narbonense de la cual es gobernador César, que encuentra en esta necesidad la situación ideal para provocar esa guerra tan anhelada.

Como habrá imaginado el lector, César deniega el permiso a los helvecios y estos, queriendo evitar un enfrentamiento con los romanos, deciden dar un largo y tortuoso rodeo. Sin embargo, César no está dispuesto a dejar escapar su excusa fácilmente:

-Estoy sorprendido -dijo Cayo Oppio- [...]. Desde la guerra de los cimbros tenemos el miedo metido en el cuerpo. ¿Y qué pasa ahora? ¡Que vienen los helvecios! ¿Y qué hacen? No atacan ni una sola vez nuestras líneas fortificadas. ¿Cómo vamos a explicar al Senado de forma plausible el reclutamiento de dos nuevas legiones sin su consentimiento?
-Los helvecios se guardarán de atacar una provincia romana. Van al Atlántico y no a la guerra -contesté de la forma más neutral y objetiva posible.
-Corisio, éste no es un despacho de información de utilidad pública. Tenemos el deber, el ánimo y la posibilidad de influir y manipular con acierto en Roma. Recopilamos noticias y novedades, y comprobamos su utilidad. Para nosotros una noticia perjudicial no es una noticia. Debemos fundamentar por qué y para qué necesita César seis legiones. En caso necesario, hay que inventar las noticias convenientes.

[...]

-[...] Nos atenemos a la realidad, siempre que no perjudique a César. Pero César ha reclutado esas dos legiones sin el consentimiento del Senado y ha vuelto a actuar así en contra del derecho romano. ¡Imagínate cómo caerán sobre él en Roma si entra en la Galia con treinta y seis mil legionarios y no se ve ninguna amenaza por ninguna parte! [...] Transformamos la política en palabras -continuó Cayo Oppio- [...]. Hacemos política con las noticias. Para eso nos paga César.

Y después de leer este esclarecedor diálogo, encuentro en La Razón esta mañana un artículo firmado por José María Marco, del cual extraigo esta cita: Cambia las palabras, decía Confucio, y habrás cambiado la realidad. Y es que, al parecer, una asociación dedicada a falsificar la historia con el patrocinio del gobierno está presionando para que el diccionario de la RAE califique de "fascista" el franquismo, cosa que no fue. La RAE ya se había anticipado [...] y su diccionario explica que el franquismo tuvo "tendencias totalitarias" [...]. A partir de ahí, La Razón ha puesto en claro que en la entrada sobre "comunismo" no aparece mención alguna al "totalitarismo", como si el comunismo fuera una ideología respetable, mucho más, por supuesto, que ese régimen execrable que fue el franquismo.

La cuestión es que, bien antes de que sucedan los hechos -como en el caso de César que hoy se narra aquí-, bien después -como se contaba ayer con Ramses II u hoy en La Razón con ese lobby progresista-, la manipulación de la historia es constante, al parecer, desde que el hombre es hombre. De ahí que, con tanta intervención artera, una pueda llegar a plantearse, por ejemplo, si no sería el propio Adán quien comió del árbol prohibido.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Ramses II

Ramses II

Mil seiscientos años antes de Cristo, ya existía sobre el planeta un agrio enfrentamiento entre dos superpotencias: Egipto y el reino de los hititas. Una pugna que, no obstante, podría haber acabado en alianza cuando, a finales de la XVIII dinastía egipcia, desaparecidos todos los hombres de sangre real que pudieran ocupar el trono, la reina viuda ofreció su mano a uno de los hijos del rey hitita quien, indeciso ante la oferta o tal vez receloso de ella, fue aplazando la respuesta a una proposición que habría cambiado el destino de ambas naciones. Sin embargo, para cuando éste se decidió y envió a su hijo, ya era demasiado tarde: el príncipe hitita fue asesinado y el enlace matrimonial jamás llegó a hacerse realidad; razón por la cual comenzó a reinar el primero de los Ramses, abriendo con ello el camino hacia el trono a su nieto, el que sería Ramses II.

La hostilidad mantenida durante tan largo tiempo por ambas naciones se acrecentó ahora con la enemistad a que dio lugar la oferta nunca aceptada y el asesinato del príncipe hitita; y así continuó con el correr de los años hasta que, pasado el tiempo, llegó el turno de acceder al trono para Ramses II quien deseaba acabar con una enemistad de tan larga duración, aunque, eso sí, con la victoria de su parte. Por esta razón, preparó concienzudamente a su ejército durante cuatro años, al cabo de los cuales se puso en marcha hacia una más que segura victoria…, a su modo de ver. Sin embargo, merced al fiasco cometido por los servicios de información, se vio Ramses, en compañía tan sólo de su guardia del cuerpo pretoriano y del cuerpo de Amón, cercado por el ejército hitita en las proximidades de la ciudad de Kadesh, en el río Oronte.

El valor de Ramses en este encuentro hizo leyenda: prácticamente solo, se lanzó contra las tropas hititas con la esperanza de abrirse paso y lograr, así, alcanzar al grueso de su ejército. A pesar de tamaña valentía, jamás lo habría logrado si un cuerpo de mercenarios no le hubiera prestado su ayuda, poniéndolo a salvo. Pudo salvar la vida, pero no logró la victoria: en Kadesh quedó destruido parte del ejército egipcio y numerosas posiciones perdidas. Si Kadesh no fue una derrota total, tampoco fue, sin embargo, la victoria que Ramses hizo propagar por todo su reino a través de las numerosas y colosales construcciones que el faraón mandó edificar para gloria propia.

Con cada una de estas magníficas edificaciones, Ramses proclamaba su poder. Una de ellas fue el templo de Abu Simbel, levantado en una zona bastante aislada que dio lugar a que permaneciera prácticamente desconocido para Occidente hasta 1813 y que ahora, sin embargo, es de sobra conocido debido al traslado que fue menester realizar en los años 60 del siglo pasado, cuando el peligro de ser sepultado por las aguas que las obras de construcción de la presa de Assuán habían de llevar hasta él removió las conciencias mundiales que, a las órdenes de la UNESCO, lograron lo impensable: trasladar el templo a una zona segura donde jamás pudiera ser lamido por las aguas del Nilo. Esta magnífica edificación levantada por Ramses hace más de tres milenios continúa mostrando su gloria… así como la narración partidista e interesada que el faraón realizó de la batalla de Kadesh.

En la foto de la derecha se muestra un bajo relieve perteneciente al complejo de Abu Simbel donde Ramses afirma haber derrotado a los hititas en dicha batalla. Se trata de un ejemplo de La ley de la Memoria Histórica egipcia, sin duda…, que ya Ramses introdujo como muestra y modelo a seguir por las generaciones venideras de gobernantes.

jueves, 17 de diciembre de 2009

El polvo del camino


Aquel lector que guste podrá encontrar una nueva colaboración mía en El blog de los liberales, de título, en esta ocasión, El polvo del camino.

Saludos.

S. Cid

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Hastío en verde

Hastío en verde

Después de visitar los blogs y diarios de los varios amigos internatuas que he conocido y solazarme con sus textos, entro en esta Finis Terrae como el que se asoma a la puerta del dentista: con desgana, casi con la necesidad imperiosa de huir una vez que el olor a anestesia y a los diversos productos para el tratamiento bucal han atravesado la pituitaria y avisado al cerebro de que el cuerpo sobre el que manda se halla en zona peligrosa.

De repente encuentro tedioso enfrentarme con este fondo verde. Llevo varios días volereando por aquí sin decidirme a escribir una sola letra. Ideas no faltan, lo que faltan son ganas. ¿Fondo verde, sofá, libro? Las dos últimas opciones llevan venciendo unos días, de modo que me repanchingo en el sofá y me pierdo entre mis lecturas.

Ahí está la pila de libros, observando cómo me acerco hasta ella mientras sonríe maliciosamente por alzarse con la victoria una vez más. Echo un vistazo y elijo el que más me va para esa ocasión. Y es que no puedo leer los libros de uno en uno. Tengo que leerlos de cinco en cinco, o de seis en seis, o... de n en n. Soy, por ello, el hazmerreír de mi familia. A veces los tengo desperdigados por la casa y a veces los coloco sobre la mesa, delante de mí, a medida que voy tomando uno u otro, formando con ellos una muralla tras la cual a penas sí se me adivina. Y es que quizá hay una lectura encubierta que, aun sin encontrarse dentro de los libros que me ocultan, puede resultar patente al que observa ese muro literario detrás del que me parapeto mientras que permanece desconocida para mí: señor Freud, ¿qué se esconde tras esa pared de sabiduría, además de mi persona? ¿Quizá algún trauma infantil?

Abandono el fondo verde y me marcho a mi muralla. Ya desde aquí oigo cómo me llama.

-Voy, voy..

sábado, 12 de diciembre de 2009

Mahoma

Mahoma (Carter Scott)

No sé si es porque el personaje no me seduce absolutamente nada o porque el autor del libro es bastante malo (ya tuve la oportunidad de indicarlo en el comentario de otro de sus libros: Los cátaros) , pero el tiempo dedicado a la lectura de esta biografía ha sido más que perdido.

Es un libro aburrido, mal estructurado y escrito con una prosa que roza lo pueril. Está elaborado, además, desde una perspectiva muy positiva hacia el personaje que ha chocado frontalmente con la visión que tengo de él.

No alargo más el comentario, que ya me hizo el librito perder suficiente tiempo con su lectura.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Estos sí que dan miedo...

Estos sí que dan miedo...

Tenía variados planes para este largo puente que acaba de pasar: avanzar en mis relatos del Atrápame si puedes, preparar una colaboración (prometida y aún pendiente) con un blog amigo, escribir, para algunas futuras entradas, ideas que bullían en mi cabeza, pasear, leer... Al final, de entre todas ellas, sólo pasear un poco y leer mucho, muchísimo es lo que ha ocupado mi tiempo. En estos escasos cuatro días me he bebido, porque la novela lo vale y empuja a que se consuman sus páginas sin pausa, las 881 páginas de Los cipreses creen en Dios. Ahora, en las Navidades, y supongo que dará también para algunos días después, irán cayendo las tres partes que aún quedan de esta tetralogía.

Ya llegará por aquí el comentario de todas ellas, pero, de momento, puedo ir recomendando su lectura a todo aquel que pase por aquí y todavía no lo haya hecho. Es una novela memorable, fabulosamente bien escrita y que da mucho en que pensar... Traeré, supongo, más de una mención a ella, pero precisamente hoy me viene al pelo. Le tomo prestados, pues, a Gironella estos párrafos:

Matías comprendió en seguida que la cerilla había sido echada a los leños. Sucesos de gravedad sin precedentes ocurrían en la capital de España, a juzgar por lo que acontecía en los escaños del Parlamento. Matías no sonrió como antaño al leer: "Tumultos en la sala"; por el contrario, su rostro expresó desde el primer momento la mayor preocupación.

Calvo Sotelo había descrito la situación de España en tono patético. Al parecer, no era sólo el río Ter el que bajaba crecido. Calvo Sotelo dio las cifras oficiales de lo ocurrido desde el 16 de febrero: 400 bombas habían estallado aquí y allá, 330 asesinatos, 1.511 heridos, 170 iglesias destruidas totalmente, 295 parcialmente, 485 huelgas; en cárceles y calabozos se hallaban unos doce mil ciudadanos pertenecientes a partidos derechistas...

Las palabras de Calvo Sotelo habían causado una impresión profunda en las Cortes, y el Presidente del Consejo, señor Casares Quiroga, le amenazó por cuarta vez. Entonces, Calvo Sotelo alzó los hombros. "¡Bien, señor Casares Quiroga! Me doy por notificado de la amenaza de Su Señoría. Y le digo ante el mundo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: "Señor, la vida podréis quitarme, pero más no podréis." ¡Pues no faltaba más! Tengo anchas las espaldas."

A la salida, en los pasillos, "La Pasionaria" había dicho en voz alta: "Este hombre ha hablado por última vez."

[...]

Matías Alvear sufría porque desde el primer instante intuyó que aquello no quedaría en meras palabras, que se llevaría a cabo conduciendo a una situación irremediable.

[...]

Por ello, al llegar el 13 de julio todo el mundo comprendió. A Matías Alvear no le sorprendió; al comandante Martínez de Soria tampoco... Cuando la radio, "La Vanguardia" y "El Proletario" dieron la noticia de que el Presidente del Consejo había cumplido su palabra, todo el mundo comprendió que tenía que ser así, que no había descanso porque no podía haberlo.

"La Dirección del cementerio Este, de Madrid, ha comunicado al Ayuntamiento que, sobre las cinco de la madrugada, ha sido dejado allá un cadáver que ha resultado ser el del señor Calvo Sotelo."

[...]

13 de julio. Las radios dieron los consabidos detalles. Guardias de Asalto se habían presentado en el domicilio de Calvo Sotelo invitándole a que los siguiera. En la camioneta le atravesaron la nuca de un balazo.

A mi vuelta a Madrid, oí en la radio que Hermann Tertsch había sido pateado por la espalda después de que el periodista hubiera anunciado que interpondría una querella contra el programa que presenta el tal señor Wyoming en la cadena de televisión La Sexta, por haber tergiversado éste unas palabras pronunciadas por aquél mediante la emisión de unos vídeos humorísticos, según el muy discutible parecer del jocoso Wyoming. Esta mañana, además, leí en el blog Contando estrelas el artículo de Elentir titulado Señalar como asesino a Tertsch es "broma", señalar como ladrona a La Sexta es "ataque", y no pude sino pensar que cuando se relaja la conciencia y se permite pasar a unos lo que se denosta en otros... no se hace sino caminar hacia el caos. Eso es, al fin y al cabo, el relativismo moral, ya se sabe..., cuando las cosas, todas las cosas, incluso las más básicas son discutidas y discutibles... Eso es, para todo ser, libre de ideas fanáticas e intransigentes que le obcequen el intelecto y, con él, esclavicen sus ideas, la estrategia que con tanto acierto despliega la progresía española: si lo digo yo, vale ciento; si tú, cuando menos, el menosprecio. Y, así, encontramos a nuestro flamante Ministro del Interior señalando hoy que no se puede culpar al gobierno de los secuestros realizados por Al Qaeda y, sin embargo, haciendo precisamente eso, culpar al gobierno de Aznar por los atentados con los que nos despertó una buena mañana de marzo el club de Ben Laden. Supuestamente, claro..., que a saber qué diría el policía Manzano si contara la verdad...

Sigamos, pues, jugando al juego de los retroprogres, los cejistas, los medios de comunicación vendidos al poder, los votantes que aceptan X si lo dicen los suyos y abominan de ese mismo X si lo dicen los del otro lado..., sigamos, digo, y veremos llegar hasta nuestro Parlamento sombrías figuras ávidas de emular a aquella Pasionaria que, como todo el mundo sabe, fue digno espejo en el que toda democracia debe mirarse y adalid de la libertad.

Mientras tanto, señor Tertsch, repóngase y vuelva pronto a Telemadrid para seguir dando su opinión como mejor le plazca. Es un derecho que tiene recogido en nuestra Constitución. Ésa que el señor de las cejas se ha pasado por su santo arco del triunfo.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Jamón ibérico

Jamón ibérico

El que no se consuela es porque no quiere -dicen- y si, tal y como asegura Sancho, la salud del cuerpo reside en la oficina del estómago, algo más sorda y con mayores niveles de estrés habré vuelto..., sí, pero también con un sabroso y sumamente barato papeleo con el que trabajar en mi oficina estomacal. Así pues, bienvenido sea, al fin y al cabo, el viajecito del puente.

Lo escuché como en sueños a las cuatro de la mañana: bum-ba, bum-ba, bum-babá... La discoteca que nos agría las noches vacacionales desde hace más de treinta años se ha convertido ahora en un local after-hours y la noche del sábado al domingo (como las dos siguientes) decidió aguarnos el descanso. La ¿música? se veía acompañada de algún grito histérico de niñata maleducada y de un par de voces semi graves en las que la testosterona aún no ha logrado maquillar la infancia y, a pesar de ello..., intenté sugestionarme: "Duerme, duerme..., no lo estás oyendo. Hay silencio, duerme...". Sin embargo, el bum-ba, bum-ba, bum-babá se vio acallado por un nuevo ruido, estridente y chirriante, similar al que un gigantesco insecto hiciera al frotar sus patas, provocando, con ello, el estrés agudo de mis nervios.

Me levanté resuelta, decidida..., audaz. Oh, ni Agustina de Aragón habría podido emular mi osadía. Asomé la nariz por la ventana y lo vi: un imbécil veinteañero había aparcado su maldito coche delante de la puerta de casa y, seguido de otros dos coches que le hacían coro con sus bocinas, había abierto el maletero del que brotaba aquel chirrido agudo. ¿Qué hacer? Mi madre, de edad ya considerable, se niega a llamar a la policía. Primero, porque no hacen nada; después, porque serán los individuos que interrumpen nuestro descanso nocturno los que sí podrían hacer algo... en nuestra casa. Sin embargo, en esta ocasión mi madre se había quedado en Madrid..., de modo que podría, por una vez, saltarme sus instrucciones a la torera y llamar a la guardia civil (en los municipales ni pensar... Su misión en ese pueblo se reduce exclusivamente a cortar calles en verano para que las terrazas de los bares se puedan instalar). Pero..., una, que es buena hija, optó por no montar el pollo. Me limité a salir al balcón y llamar -muy educadamente, eso sí, no fueran a ofenderse- la atención a los de los cochecitos de marras. No sé si es que llevo impresa en la cara la mala uva del profesor quemado que ya no está por aguantar adolescentes, o es que lo hice muy bien, pero de inmediato el individuo objeto de mis atenciones... cerró el maletero y los tres coches desaparecieron. Eso sí..., ahí siguió la maldita -así arda en los infiernos por toda la Eternidad- discoteca dando la murga ¡hasta las ocho de la mañana! Desesperada por el bum-ba, bum-ba, bum-babá, los gritos chillones de la adolescente y las voces semi graves de los jóvenes que la acompañaban, bajé al cuarto de estar y me puse a leer.

Y..., a todo esto, ¿a qué viene lo de Jamón ibérico...? Pues... a que algo positivo tenía que contar, ¿no?, y, después de realizar un concienzudo exámen de estos cuatro días, me quedo con la paletilla de jamón ibérico -¡pura pata negra!- de 5 kilos por 50 euros -¡cuatro veces menos que en Madrid!- que vino ayer como una reinona en el maletero de mi coche.

Sí, algo bueno había que tener el viajecito del puente...

martes, 8 de diciembre de 2009

Verdad

Verdad:

La verdad se guarda en nuestro interior, y lo externo nada más que es apariencia. CONFUCIO

domingo, 6 de diciembre de 2009

El espejo se rajó de parte a parte

El espejo se rajó de parte a parte (Agatha Christie)

Saint Mary Mead, el pueblecito de la campiña inglesa donde vive miss Marple, es el enclave en el que tiene lugar esta historia de asesinatos en la que, como es propio de las novelas ideadas por la imaginativa mente de Agatha Christie, nada es lo que parece y la amenaza procede de donde uno menos se lo espera.


Personalidades ocultas, un asesinato cometido por rencores dormidos durante largo tiempo que despiertan repentinamente, una bella y famosa actriz, un pueblo repleto de entrometidos que van y vienen con chismes, pasados misteriosos, más crímenes indescifrables y… frente a todo ello una anciana atraída por la naturaleza humana, que conoce y comprende mejor que nadie, que se sirve de su lúcida inteligencia para penetrar el alma y alcanzar los más profundos y oscuros entresijos del ser humano.


Interesante historia de final sorprendente, aderezada toda ella con las pinceladas costumbristas de la vida inglesa que tan agradable hacen leer a esta maestra del crimen.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Hora M... de "me piro"

Hora M... de "me piro"

Pues eso..., que me voy, me abro, me esfumo, desaparezco, me desvanezco...

A la hora en que se esté publicando esta entrada, yo estaré abrochándome el cinturón de seguridad.

Buen puente a todos. He dejado programadas un par de entradas para estos días, pero espero que no podáis leerlas porque estéis todos de vacaciones :-).

A la vuelta..., más.

Saludos.

S. Cid

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Choque de planetas

Choque de planetas

Leo en la sección de Ciencia del periódico El Mundo (Miércoles, 12-Agosto-2009) que el telescopio Spitzer localizó los restos de un colosal impacto entre dos cuerpos planetarios de tamaño similar al de Mercurio y al de la Luna. La foto, aunque espectacular, no muestra en realidad el impacto, pues éste tuvo lugar hace miles de años junto a una estrella situada en la constelación del Pavo, a 100 años luz de la Tierra.

El brutal choque entre los dos planetas, que debían de moverse a una velocidad superior a los 36.000 Km. por hora, desintegró el cuerpo de tamaño similar a la Luna, “vaporizó sus rocas y lanzó al espacio enormes estelas de lava”. Algo similar a lo que ocurrió con nuestro propio planeta, tal y como ya se dijo en el artículo Una estrella frustrada, cuando, en su etapa de formación, la Tierra chocó contra un cuerpo del tamaño de Marte que, a decir de los expertos, pudo ser la causa de la formación de nuestro satélite, la Luna.

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Nota: la foto, tomada del periódico El Mundo (Miércoles, 12-Agosto-2009), es una recreación artística realizada por la NASA que simula el choque entre dos planetas.

Belén 2013

Belén 2011